Artículo
publicado en “El País”. Charo Nogueira
Freno, marcha atrás. Y hasta viejos aromas de Sección Femenina, según los
más críticos. El ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón, ha destapado el
frasco de las esencias arcaicas. “La libertad de la maternidad es la que hace a
las mujeres auténticamente mujeres”, defiende el político empeñado en
restringir el aborto hasta descartarlo incluso en caso de malformación. ¿Es ese
el modelo de ciudadana que defiende el PP? ¿Llega la “mujer-madre” tras la “mujer-mujer”
acuñada por José María Aznar?
“No”, responden muchas voces populares. De hecho, los planteamientos del
ministro sobre el aborto han caído como un jarro de agua fría en algunos
sectores del partido, pero la divergencia se ventila en casa, no en público.
Sin embargo, la duda queda sembrada para muchos expertos en un país sacudido,
además, por una crisis que araña la igualdad entre sexos. Los recortes del
Gobierno en gasto social perjudican especialmente a las mujeres: dañan el
Estado de bienestar, el principal aliado de las ciudadanas para la equiparación
porque les alivia de su carga histórica, los cuidados de niños y mayores que
dificultan su incorporación a un mundo laboral ahora también en precario. Ahí
está, por ejemplo, el tajo a la dependencia. Con todo esto sobre la mesa, se
abre, además, la controversia del aborto, “la libertad más emblemática de las
mujeres, porque representa el derecho a decidir sobre el propio cuerpo”, define
la socióloga Marina Subirats.
“El problema número uno es que el PP no tiene un modelo de mujer. Hay muchas
cosas que no les gustan y reparan más en eso, pero se ven pillados en una
trampa: tienen hijas o hermanas que viven diferente. Tienen tentaciones
arcaizantes y muy dispersas, como las de la Iglesia, pero no una doctrina
unificada sobre la repercusión de la libertad de las mujeres”, afirma Amelia
Valcárcel, catedrática de Filosofía Moral y Política de la UNED. “Que no
intenten imponernos su desastroso programa moral. No iba en el programa
electoral y la gente no les votó para eso”, advierte.
“La razón de fondo del giro del PP tanto en aborto como en políticas de
igualdad está en la presión de la Iglesia católica, que, desde 1995 y aliada
con el islam, quiere frenar los cambios de las mujeres para que no salgan del
perfil maternidad-domesticidad. Cuidadoras al servicio de los demás, que solo
trabajen fuera empujadas por la pobreza”, analiza Subirats, exdirectora del
Instituto de la Mujer. “En la medida en que se pretende volver a la maternidad
como valor importante, se vuelve al sustrato de la Sección Femenina”, añade
esta experta que, a los 69 años, tiene fresco aquel recuerdo. De hecho, la
frase de Gallardón clava la doctrina falangista y nacionalcatólica. Un
planteamiento que la realidad desmiente: la tasa de fecundidad lleva más de 30
años por debajo del reemplazo generacional (2,1 bebés por mujer en edad
fértil). Tener hijos es una opción, no una obligación, sobre la que inciden
muchos factores, entre ellos la dificultad de conciliar descendencia y empleo.
Las españolas, cada vez más formadas y volcadas hacia el mercado laboral, se
han anclado en torno al promedio de 1,3 hijos. Ser madre no es la única forma
de ser mujer, pregonan con sus actos.
“La razón de fondo de este giro es
la presión de la Iglesia”, dice una experta
Hay quien, como la filósofa Ana de Miguel, ve en los planteamientos del PP
también una estrategia de clase: “Quieren que sus mujeres o hijas vayan a la
universidad y se coloquen muy bien, pero es un modelo ignorante e insolidario
porque pretenden que eso solo puedan hacerlo las mujeres que les rodean”.
“Buscan parar la evolución de las mujeres como sujetos libres y con igualdad de
derechos para volver hacia el modelo tradicional”, añade Subirats.
En el partido del Gobierno lo niegan. “No hay un modelo de mujer. En el PP,
hablamos de mujeres, en plural. Cada una puede hacer lo que estime y defendemos
dos cosas a ultranza: la igualdad, incluido el terreno laboral y salarial, y la
libre elección, de forma que se pueda optar por ser madre, o no, y que esto sea
compatible con el desarrollo profesional”, explica la diputada Marta González,
portavoz popular en la Comisión de Igualdad del Congreso. Las políticas
populares han dado prueba de ello: hay quien tuvo a su hijo soltera y sin
pareja, o se casó por lo civil...
“Nuestra obsesión es la igualdad de oportunidades. Ahí está la clave para
tener instrumentos para competir en todos los ámbitos”, recalca el secretario
de Estado de Servicios Sociales e Igualdad, Juan Manuel Moreno, cuando se le
pregunta por el modelo de mujer que defiende el Gobierno del PP. Y nada de
discriminación positiva para ello. “No somos partidarios de la imposición, de
las cuotas, sino del diálogo y de propiciar un cambio cultural”, plantea
Moreno, “España no puede desperdiciar el 50% de su talento, y menos, en tiempos
de crisis”, zanja. Lo primero quedó claro desde el primer día: ni Gobierno ni
nombramientos paritarios. En lo segundo, los expertos inciden en que el
deterioro económico se ceba de forma especial con las ciudadanas.
Aunque el huracán económico golpea sin distinguir sexo (24,72% de tasa de
paro para ellos y 24,86% para ellas), las mujeres se resienten más, ya que los
recortes sociales les afectan en mayor medida. “Hay síntomas inquietantes que
complican la igualdad, como los recortes del Estado de bienestar”, afirma la
catedrática de Sociología Constanza Tobío, de la Universidad Carlos III. “No se
habrían atrevido a hacerlos, por ejemplo, en dependencia, si no hubiera
crisis”, apunta esta experta en conciliación.
Igualdad: “No somos partidarios de
cuotas sino de propiciar un cambio cultural”
Pero la hay. Y pone en cuestión los grandes postulados del PP: la mejor
política de igualdad es el empleo y la conciliación es el principal obstáculo
para la equiparación entre mujeres y hombres. “Los poquitos recursos que
tenemos los dedicamos a favorecer el autoempleo femenino. La estrategia es
facilitar el emprendimiento”, detalla Moreno. “Cualquier mujer puede generar su
autoempleo”, asegura con rotundidad.
La otra piedra angular de los populares, la conciliación —una seña de
identidad del PP desde la época Aznar— tiene una solución clara, y barata, para
el ministerio: “La corresponsabilidad de los hombres en las tareas domésticas y
de cuidado”. Para Moreno, “hay más problema por la falta de corresponsabilidad”
que por el recorte de los servicios sociales. Un planteamiento que sitúa la
armonización entre trabajo y vida personal sobre todo en el terreno privado y
para el que se impulsa la aquiescencia de las empresas: conciliar si la pareja
y el jefe están por la labor.
“Lo que el PP entiende por conciliación es el trabajo a tiempo parcial para
las mujeres, o el teletrabajo, para que puedan hacerse cargo de los hijos y de
los mayores”, critica Tobío. “Si a la conciliación se le quita la igualdad,
conciliación puede ser cualquier cosa”, añade esta experta, que resalta el
papel imprescindible de los servicios de cuidado asequibles para avanzar en la
equiparación.
“Los ajustes en políticas sociales tienen más incidencia en los sectores más
vulnerables, especialmente las mujeres”, admite Moreno. Pero para luchar contra
ello solo tiene un arma: “Audacia para ajustar preservando los derechos de los
más desfavorecidos”.
¿Y el recorte de los servicios sociales, como la dependencia, que afectan
más a las mujeres, principales beneficiarias y cuidadoras? “No caben las
trampas jugando al solitario. No tenemos dinero. El país no tiene recursos y
hay que marcar prioridades, algo que siempre es doloroso. Hemos preservado la
atención a la gran dependencia”, afirma el secretario de Estado. “Hacer una
política nacional de igualdad con 11 o 12 millones de euros de presupuesto es
complicado”, admite, “pero la igualdad no se ha caído de la agenda”. Sigue en
el rótulo de su ministerio, recuerda gráficamente, y tampoco se prevé derogar
la Ley de Igualdad, de 2007, que establece la paridad electoral y empuja a las
empresas a avanzar en igualdad.
Crisis, recortes y freno tras un avance espectacular de las mujeres, como
recogía el informe sobre la situación sociolaboral femenina del Consejo
Económico y Social (CES).
“Ha habido muchos progresos, pero queda mucho por hacer”, sostiene uno de
sus autores, el demógrafo y economista Juan Antonio Fernández Cordón. “El
problema es que se ha roto la dinámica de los avances igualitarios. Se están
frenando y los recortes no van a favorecer a las mujeres”, sostiene. “El paro,
el principal problema social, es un buen ejemplo. Saca a las ciudadanas del
mercado laboral, y se convierten en inactivas”, sostiene. “En un ambiente de
desempleo y precariedad, es casi imposible desarrollar medidas igualitarias en
los convenios”, prosigue. Una consecuencia más de una crisis que ahonda “la
desigualdad en el reparto de la riqueza”.
“Las mujeres no pueden volver al papel tradicional. Su camino es de irás y
no volverás”, plantea Valcárcel. Más pesimista, Subirats concluye: “El freno a
la vuelta atrás dependerá de cómo se defiendan los derechos ganados. Si no se
protesta, en una crisis se puede imponer lo que se quiera”.