Reivindicación de las brujas, primeras feministas (extracto)
Por Mirta Rodríguez Calderón
Si luchar por los propios derechos, aún hasta la muerte en situaciones máximas, es ser feministas, ellas fueron las primeras. Si aliviar y acompañar el dolor de otras mujeres es ser feministas, ellas fueron las primeras. Si enfrentar la opresión y negarse a la sumisión frente a lo que hoy llamamos patriarcado es ser feministas, ellas fueron las primeras.
Si contribuir a sanar espíritus y cuerpos forma parte del ser feministas, ellas también fueron las primeras. Si constituirse en reservorios de la cultura, de los secretos de la sanación y las sabidurías ancestrales ha conformado el cuerpo teórico del feminismo, ellas fueron las primeras académicas.
Si los saberes que hoy reivindicamos como intuición, sexto sentido, corazonada o don de brujas son parte de la savia que alimenta nuestra vocación feminista, ellas, las que se enfrentaron, las que resistieron, las que sobrevivieron a las llamas con su ejemplo de estoicismo y de sapiencias, fueron las mejores.
Si la noción de sororidad —ese otro tipo de solidaridad— tuvo un origen en la hermandad y la identificación entre mujeres; ellas, las incineradas, fueron las primeras sororarias.
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